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Noticias del 25 de junio 2013

Las piscinas "viajan" con el transporte urbano

Fomento del baño en las Piscinas Municipales

El Ayuntamiento de Morón ha colocado en los autobuses del transporte urbano (el famoso Pollito) carteles publicitarios para fomentar la visita a nuestras Piscinas Municipales al aire libre durante el verano. El recinto acuático está considerado como una de las mejores instalaciones de la provincia de Sevilla. Ya sabes… ¡No pongas techo a tu mejor verano, respira libre!

Los que no corren, ni hacen palmas

Relato deportivo, por Justo Rodríguez

Tenía los ojos clavados en el escenario final de la prueba. Mis párpados parecían no tener que abrir y cerrar para lubricarlos. Mi mirada llevaba a cabo un travelling continuo de un lado a otro buscando posibles incidencias. Durante unos minutos tuve la sensación de que yo también sudaba por el esfuerzo, pero en cambio, me mantenía inmóvil esperando que nada extraño pasara. Tantas horas dedicadas a que todo saliese bien debían hacer justicia. Desde mi posición, a pesar del enorme gentío, adivinaba a ver al resto de compañeros en la organización, así como a los voluntarios y colaboradores, cada uno en su sitio. Empecé a notar como la frecuencia en los latidos de mi corazón se normalizaba, todo parecía estar saliendo bien.

El recinto ferial de Arahal se disponía ya a recibir a los primeros atletas de La Cal y el Olivo, tras superar estos el obstáculo de la distancia marcada por la organización en algo más de veintiún kilómetros. La multitud agolpada en los alrededores de la llegada, quería saber quién sería el primero o la primera en cruzar la línea de meta, aunque muchos de los allí congregados sabían que su espera iba a ser un poco más larga. Su familiar o amigo, no peleaba por subirse al podio, sino que formaba parte del mayor colectivo dentro de los más de 700 corredores que algo más de una hora antes habían tomado la salida en la vecina localidad de Morón de la Frontera. Deportistas populares que también tienen su propio ámbito de superación, aunque lejos de flashes que envuelven a los que al día siguiente ilustran la noticia en los periódicos de papel y medios digitales. La inmensa mayoría de los atletas participantes en esta prueba interpretaban de manera relativa su tiempo invertido, parando su cronómetro bajo el amparo de las palmas y los gritos de apoyo que reciben cuando se aproximan al cierre. Muchos de ellos cubrirán sus últimos metros de la mano de sus hijos pequeños, mientras otro componente de su familia inmortalizará el momento para siempre. El sudor barniza todo el cuerpo del corredor, empapando el textil de donde cuelga el dorsal de identificación. El reto se ha vuelto a completar y los suyos han sido testigos de su compromiso con el deporte y, especialmente, con una carrera muy singular: La Cal y el Olivo.

La megafonía sigue tronando a golpes de frases de aliento y música de fondo martilleante. La fatiga que escenifican los recién llegados en sus caras replegadas y dientes al descubierto, revelan el gran esfuerzo realizado, sobre todo en el tramo de asfalto que separa a ambos municipios. De pronto, un corredor cubre sus últimos metros tambaleándose de un lado a otro de las vallas delimitadoras, los sanitarios acuden a él poco antes de que pierda la verticalidad. Están siendo unos minutos de incertidumbre y zozobra, que pierden dramatismo cuando el médico levanta el pulgar de su mano derecha para tranquilidad de todos; la situación de extenuación física había sido reconducida. Lo que a continuación observo desde la zona de cronometrajes ya me resulta más habitual en esta prueba. El escozor que algunos roces han generado, pronto encontrará alivio entre abrazos, besos y pomadas sin receta. Los músculos sólo hallarán consuelo inmediato a través del estiramiento, luego, el servicio de fisioterapia hará el resto del trabajo para volver a encajar las piezas en su sitio. Los puntos de avituallamiento les han permitido llegar mínimamente hidratados al final, pero ahora la bolsita que incluye la pieza de fruta, el pastel y el zumo, se antoja cóctel de alimentos de primera necesidad. No tanto, será objeto de su atención la clásica camiseta conmemorativa; si bien repuestos, es posible incluso que soliciten un cambio de talla porque no les quede bien. Hay más mujeres este año en la conclusión de la carrera, ya no se limitan sólo a pedir la equidad en los premios económicos, también pregonan con el sacrifico de quienes derraman su sudor en tramos de asfalto y adoquinado urbano. Entre ellas María, quien menos de un año antes había dado a luz a su segunda hija, pero ahí estaba para demostrar que era posible otro desafío más.

Hombres y mujeres a los que no se les ha obligado a correr, lo han hecho sólo por el simple placer de hacer deporte. No hay patrocinadores para ellos, lo suyo es meramente dignificar el papel del ejercicio físico como elección individual y modelo de vida.

La pareja o cónyuge del participante en la Cal y el Olivo es posible que no acabe de encontrar excesivo sentido a tantas horas de entrenamiento y dedicación, sus hijos pequeños en cambio, idolatran a sus padres con la respiración todavía entrecortada ¿y las abuelas? ¿qué opinarán las abuelas?... ya saben, para ellas su nieto o nieta siempre serán el mejor… y es que hay cosas que nunca cambiarán.

Treinta ediciones de la carrera y no se han producido incidentes de importancia, casi todo ha salido como estaba previsto. Entre la maraña de personas que forman parte de este puzle deportivo, y que sin haberla disputado también respiran hondo conforme los atletas completan el recorrido, se hallan los organizadores. Personas de ambos sexos que no recibirán trofeos, a los que no les aplaudirán en meta, quienes difícilmente serán felicitados. Dentro de esta subespecie, sin duda, los más legitimados son los voluntarios, quienes sin recibir nada a cambio, lo dan todo. Los clubes deportivos Ohmio y Arunci, fueron las semillas imprescindibles para la germinación de la carrera, cuando los ayuntamientos de Arahal y Morón abrieron el riego por goteo en la primavera de 1984. Incluso algunos de los trabajadores municipales de ambos consistorios, no sólo interpretan en clave de trabajo la cita deportiva; han sido hasta capaces de desarrollar empatía con los corredores, aficionados y fundadores de la prueba.

Durante estas tres décadas hubo un poco de todo entre los promotores de La Cal y el Olivo – la blancura de la cal de Morón y las franjas de olivares verdes de Arahal-. Por haber, hubo hasta recelos a la hora de organizar la carrera, brotes patológicos de protagonismo de una y otra localidad por abanderar el proyecto deportivo. Todo ello sucumbió ante el sentido común que ampara a los movimientos nacidos para unir y, sobre todo, sobrevivir a cuantos obstáculos se van presentando en su camino. Políticos que llegaban y otros que se marchaban. Unos fundaron la prueba, la hicieron suya y la defendieron con uñas y dientes. Otros en cambio, se limitaron a no entorpecer en exceso su lucimiento… cosa que también se agradece siempre desde el cumplimiento estricto de los servicios mínimos. Algo es algo.

La Cal y el Olivo, treinta años después, se ha convertido en un nexo de convivencia y hermandad que supera el marco estrictamente deportivo. Difícilmente por otras razones estos dos pueblos hubieran sido capaces de ponerse de acuerdo para convocar cada año a cientos de personas de todas las procedencias. Parece que fue ayer, pero han pasado casi 30 años desde que en octubre de 1983 un grupo de aficionados de Morón y Arahal decidiesen reunirse para poner en marcha una carrera de atletismo tan particular. Canalizar una artería por la que fluyese la sangre y la vida de ambas poblaciones, convirtiéndola en un ir y venir de ilusiones y emociones, como si por ella el deporte, los valores humanos, la amistad y el hermanamiento, nunca tuviesen que necesitar de anticoagulantes.

Mientras por mi mente transitan múltiples recuerdos de la historia del evento deportivo, se desarrolla de forma paralela en tiempo real la entrega de premios en metálico y trofeos a los mejores clasificados. Todo sigue el guión previsto y mi cuerpo alcanza un estado de bienestar mayor, el fin de fiesta transcurre del mismo modo sin sobresaltos a golpes de voz del locutor. Esta vez ni siquiera se ha equivocado de apellidos, club o localidad de procedencia de ninguno de los que suben a recoger trofeos, tampoco ha habido reclamaciones, nadie ha tropezado en el estrado… he de admitir que me inquieta tanta normalidad. ¿Por dónde iba? Ah, sí… la sala de audiovisuales de mi cerebro sigue proyectando imágenes imborrables de los últimos treinta años, la nostalgia me traslada otra vez al pasado. Esta vez la hemeroteca cerebral se instala en flashes de corredores nativos de las dos poblaciones que, o bien ganaron La Cal y el Olivo, o estuvieron muy cerca de conseguirlo. Tuve que retroceder en el tiempo hasta los años 2005 y 2008.

La calle Corredera de Arahal y el Paseo Alameda de Morón, vieron a dos arahelenses como “Pichón” y “Motita” llegar los primeros a meta. Manuel Suárez hincó sus rodillas en los adoquines de la Plaza del Ayuntamiento de Arahal, tras demostrar que su gran altura y masa muscular no era un escollo insalvable para ganar la Cal y el Olivo. Por unos segundos su pose de embalsamamiento y su mirada desafiante, pareció conseguir parar el reloj del tiempo: ya era profeta en su tierra. Jesús Brenes, mucho más comedido en sus demostraciones de júbilo tras la victoria, derrochó elegancia y saber estar en su entrada triunfal a Morón. Por fin, dos atletas de la tierra habían logrado ganar La Cal y el Olivo.

En cambio, Morón quiso ver a su hijo pródigo encaramarse a lo más alto del cajón, pero la conjura lusa-marroquí, rebajó las pretensiones localistas de los del Gallo a segundos y terceros puestos. Luego, la maldición sobre Panal se presentaría a modo de lesiones que le apartarían para siempre de la victoria absoluta.

Manuel Jiménez Panal anhelaba tanto el triunfo en la carrera, que no le importó llevar el peso del grupo de cabeza hasta llegar a la antigua fábrica de cementos de Morón. Allí, justo a la altura de su majestuosa chimenea, tanta osadía y atrevimiento ante el talento de los portugueses Fernando Reis y José María Correira, empezó a pasar factura al moronense. Los atletas lusos no tuvieron piedad de Panal, ni siquiera les importó el valor sentimental que para él tenía llegar primero esta vez a su pueblo. Cambiaron el ritmo y dejaron atrás la contracturada zancada de quien sabía que ese año tampoco iba a lograrlo. Durante años lograría pisar varios peldaños del podio, pero nunca conquistaría la cumbre del mismo. Nunca unos centímetros en la escalada hacia la cima tuvieron tanto valor sentimental.

Cubrió sus últimos metros bajo el efecto inercia del atleta que ha consumido ya todos sus recursos físicos; sin combustible alguno en sus entrañas. Sabía de sobras del cariño que suscitaba su presencia en la carrera y el deseo unánime que tenían sus paisanos de verle ganar, pero una vez más no podría recompensar a quienes en volandas le llevaban a meta. Tras mirar de reojo el cronómetro de su reloj digital negro atado a su muñeca izquierda, Panal suspiró hondo, apretó los dientes e intentó cuanto antes recuperar la normalidad respiratoria. No estaba sólo, le rodeaban un número de personas parecido al que hubiera tenido a su lado en caso de victoria, pero ni siquiera eso le consolaba. Los dos atletas portugueses que le habían privado de la victoria, le rendían ahora pleitesía y respeto. Los medios de comunicación le solicitaban entrevistas y Panal, incluso en la adversidad, les iba a atender como siempre, haciendo gala de esa accesibilidad que sólo los humildes conservan siempre. No he podido hacer más para ganar, ellos han sido los mejores, les felicito. Lamento mucho no haber podido devolverles a todos los que me apoyan y me quieren, el triunfo que persigo desde hace varios años.Así de sencillo resumía el corredor de cara de niño bueno y piernas arqueadas la desilusión de aquel domingo, 17 de abril de 1988. Sin excusas, lejos de mostrarse agrio con nada ni nadie. Humilde… siempre humilde.

Un leve contacto en el brazo me devuelve de nuevo a la realidad. Un veterano corredor me pregunta sobre el lugar de donde salen los autobuses de vuelta a Morón, lugar de la salida este año. Le indico el lugar exacto y este en su despedida se apresura a agradecerme el trabajo realizado este año en la organización de La Cal y el Olivo. Enhorabuena por la labor que desempeñáis, llevo más de veinte años viniendo a correrla, espero poder hacerla también el próximo año. El experimentado corredor se alejó unos metros, y de pronto, se vuelve sobre sus pasos, algo le quedó pendiente de decir. Por cierto, ¿podría darme usted otra camiseta para mi mujer? Utiliza la talla S… si pudiera ser, si no… no pasa nada. Me van a permitir que no desvele si finalmente este corredor se llevó para casa una o dos camisetas conmemorativas; todo había salido bien. Es probable que incluso le diese la que tenía destinada para mí, pero qué más da, La Cal y el Olivo había vuelto a superar con nota alta su cita con la historia.

He de reconocer no sin cierto sentimiento de culpabilidad, que llegué a creer que cualquier evento deportivo se organizaba solo, como por arte de magia. Estar al otro lado del escenario, me hacía pensar que esto era como la tienda de campaña que compré una vez en una gran superficie comercial; la desembalas, la tiras al suelo y se monta sin más. Que el dispositivo de seguridad, las inscripciones, los puestos de avituallamiento, las vallas, la publicidad… todo era como dar un simple chasquido de dedos y ya estaba hecho ¡Qué equivocado estaba!

Yo también estoy dispuesto a perdonarles que puedan cometer el mismo error, pero quizá este relato les ayude a ver las cosas de una forma muy diferente. Juegan con ventaja, yo no pude leer antes este alegato íntimo del que nunca parece hacer nada. Ojalá lo puedan hacer ustedes.

Justo Rodríguez – Dto. Publicaciones P.M.D. Morón.

*Este relato no está actualizado con los resultados de la edición numero treinta de la Cal y el Olivo, por lo tanto no se hace referencia a ella, dado que se confeccionó meses antes de su disputa.


Dos jóvenes talentos del ajedrez

Tácticamente perfectos delante del tablero

Los niños moronenses Álvaro Troya y Clara Cabaña se han proclamado campeones del Circuito Provincial de ajedrez 2013 que organiza la Diputación de Sevilla. Ambos recibieron el trofeo como vencedores en la categoría sub-8 con motivo de la jornada de clausura celebrada en la localidad de Lebrija, el pasado 19 de junio. Más de 200 escolares representaron a los diferentes municipios sevillanos en todas las partidas organizadas.

Álvaro, comenzó a jugar al ajedrez con tan sólo cuatro años en el ámbito familiar y lleva ya dos temporadas en la Escuela Infantil del C.D. Caballo Blanco de Morón. Ha jugado 8 partidas, ganando 6, hizo tablas 1 vez y perdió una partida. Cursa 1º de primaria en el colegio público Reina Sofía. Tras la victoria absoluta en su categoría, el chaval, siempre asesorado por sus padres, estudia dar el salto la temporada venidera al campeonato andaluz.

El caso de Clara es muy similar, muy precoz en la toma de contacto con el ajedrez, ha tardado muy poco en demostrar su verdadero potencial en este deporte. Cursa 2º de primaria en el colegio público Padre Manjón.

Casi una veintena de niños y niñas, cuyas edades oscilan entre los 7 y los 12 años, forman parte de la cantera del Club Deportivo Caballo Blanco, entidad deportiva fundada en Morón en el año 2001 que tiene un convenio de colaboración suscrito con el P.M.D. Morón para participar en las competiciones provinciales. Los escolares son entrenados en los locales de la AA.VV. Santa María por el presidente de la entidad, Victoriano Jiménez, quien tiene entre sus objetivos más inmediatos lograr ser sede la próxima campaña en el Circuito Provincial de ajedrez. En su sección de adultos el club cuenta con 11 jugadores que también compiten en sus respectivas categorías.

El ajedrez es considerado un deporte de estrategia que estimula la actividad mental y la memoria, ya que trasciende al propio juego. Además, es divertido, saludable y pueden practicarlo personas de todas las edades. Nunca es tarde para aprender a jugar, sobre todo por los numerosos beneficios que aporta.

Curso de iniciación al buceo en las Piscinas

De la piscina a bucear en el mar

Durante la última quincena de junio el Club Deportivo Morón Bucea viene impartiendo un curso de iniciación al buceo en las Piscinas Municipales, en el que más de 20 veinte alumnos están adquiriendo los conocimientos imprescindibles para poderse sumergir con unas mínimas garantías y practicar esta modalidad acuática. El monitor especializado, Miguel Ángel Mateo, da las clases en dos turnos diferentes de 19:00 a 21:00 horas. El precio es de sólo 30 euros, con derecho a la utilización de todo el material necesario para realizar las inmersiones. Los organizadores, en estrecha colaboración con el P.M.D. Morón, vienen ofreciendo esta opción de ocio y disfrute desde hace ya varios años, y cada vez son más los moronenses que se interesan por ella.

Los miembros del C.D. Morón Bucea, una vez concluido este periodo de aprendizaje, piensan invitar a todos los alumnos a sus salidas periódicas a mar abierto para que incrementen así sus capacidades en esta modalidad deportiva y puedan disfrutar de una experiencia incomparable.

Las fotos que adjunta esta noticia corresponden a dicho curso, el grado de satisfacción que muestran sus participantes es muy alto.

Justo Rodríguez – Dto. Publicaciones P.M.D. Morón.
Fotos: Justo Rodríguez y otras fuentes.